.-No pierdas esa sonrisa, ten cuidado, no la pierdas nunca. Dijo el viejo mientras la niña le escuchaba con los ojos muy abiertos, tanto que sus órbitas parecieran salirse.
.-Y cierra esos ojos ya.
.-No debes perderla nunca, me iluminó un día cuando perdí la brújula.
¿Recuerdas?
La niña continuaba escuchándole ya con los ojos cerrados. Su cabecita perdió en ese instante su posición altiva, se acurrucó entre las sábanas y su mente atendía los susurros del anciano.
.-¿Recuerdas cuando perdimos la brújula ? .
Maldita brújula. ¡ES MAGICA ¡ me gritó la señora al vendérmela hace años.
No grite Usted, le respondí, y recoja las monedas que han caído tras el mostrador, tengo prisa.La envolvió en un trapo azul y mientras salía de la tienda me miró con aire misterioso.
.-Yo entonces tenía un sombrero verde, o gris, no recuerdo su color.
.-Era verde, abuelo, lo vi. en la foto que tenías en tu cuarto.
¿De verdad volabas con el puesto en la cabeza?
.-Eran otros tiempos pequeña-
La niña finalmente se durmió.
El viejo salió al jardín. La noche era muy fría. Su pipa ya estaba apagada y la guardó en el bolsillo de la chaqueta. Observó por un instante el brillo de una estrella. Y pensó en la sonrisa de la niña.
El 25 de Julio de 1909, una avioneta despegaba de la costa francesa con la intención de atravesar por primera vez el canal de la mancha. El nombre del piloto era Bleriot, “le Bleriot Vaillant”. Durante 32 minutos vivió sensaciones que un hombre jamás había experimentado. Sus ojos perdieron de vista la costa francesa cuando aún no había divisado la inglesa. Sobrevoló el mar sin ayuda de brújula y el viento comenzó a soplar con fuerza mientras una espesa neblina cubría el horizonte como una inmensa sábana.
El piloto finalmente divisó la costa, pero sabía lo difícil que le sería aterrizar en aquellas condiciones. El combustible comenzó a escasear cuando divisó una estrecha garganta por donde pasar. Era un piloto hábil y confiado, y al cabo de unos minutos su corazón comenzó a latir con mas fuerza cuando vio la bandera francesa agitada por su compatriota Fontaine, quien tal y como prometió, estaría allí para indicar el lugar exacto del aterrizaje.
Un año mas tarde, Lindbergh, a bordo del SPIRIT OF SAINT LUOIS, aterrizó a las 22 horas 20 minutos cerca de Paris, casi dos días antes había despegado de America.
Otros pilotos como Barderam sobrevolaron el atlántico norte por primera vez, Saint Ex, descubrió desde el cielo la costa mediterránea, Aguilar la costa chilena. Años mas tarde Ramón Franco atravesaría el Atlántico con destino a Buenos Aires…
El viejo subió el cuello de su chaqueta tratando de protegerse del frío.
Antes de entrar en la casa miró por segunda vez el firmamento y las estrellas le permitieron ver esta vez con su brillo las viejas avionetas pilotadas por sus viejos camaradas.
