
Imaginemos que una persona está plácidamente pasando la tarde de domingo en su casa. Inesperadamente sueña el teléfono y recibe la noticia que un amigo de la infancia, al que no ve desde hace mucho tiempo, estará durante dos horas en el aeropuerto.
Sin dudarlo, la persona abandona el sosiego dominical y acude, lealmente al encuentro de su amigo.
La vuelta a las pantallas de Scully Y Mulder representan .esa escena.
No hay que pedirles, a ellos, a sus creadores, a sus guionistas, a sus iluminadores, a sus montadores, a sus vestidores nada. Tan solo guiñarles el ojo por el detalle de avisarnos por la escala, sentarnos junto a ellos como haríamos con nuestros amigos, comernos unas pipas y disfrutar escuchándoles.
Por cierto, lástima no poder disfrutar del doblaje original de la serie.