
Hace poco fue mi cumpleaños, acontecimiento que lamento profundamente. La mayoría no deseamos hacernos mayores. La perdida de vista y agilidad, acompañada por otros atributos no físicos tal y como nos recordaba el bueno de Charles “desaparecerá para siempre la languidez de aquellos días de verano…” inevitablemente me incomodan.
Variadas y talentosas han sido las felicitaciones de los míos en esta fecha. Un sorprendente desayuno que un mensajero, contratado por mi hermana, puso sobre la mesa de mi despacho hace años lo recuerdo, algunas mañanas incluso, con melancolía.
Pequeñas fiestas sorpresas con preámbulos de griterío que trataban de dar sentido a la discreta preparación de una mesa abarrotada de pasteles que se iluminaba en el preciso instante en el que yo, protagonista con un año más de vida, entrara en el salón.
Delicados besos, abrazos, llamadas a tiempo y a destiempo, cartas, mensajes en alguna botella y chupitos de tequila que obligan a sujetarse bien a la barra del bar. completan las formas de felicitación de las que he sido objeto. Pero entre todas hay una que me hace feliz, los sugerentes y estimulantes brindis de mi amigo José Manuel.
Gracias.
Variadas y talentosas han sido las felicitaciones de los míos en esta fecha. Un sorprendente desayuno que un mensajero, contratado por mi hermana, puso sobre la mesa de mi despacho hace años lo recuerdo, algunas mañanas incluso, con melancolía.
Pequeñas fiestas sorpresas con preámbulos de griterío que trataban de dar sentido a la discreta preparación de una mesa abarrotada de pasteles que se iluminaba en el preciso instante en el que yo, protagonista con un año más de vida, entrara en el salón.
Delicados besos, abrazos, llamadas a tiempo y a destiempo, cartas, mensajes en alguna botella y chupitos de tequila que obligan a sujetarse bien a la barra del bar. completan las formas de felicitación de las que he sido objeto. Pero entre todas hay una que me hace feliz, los sugerentes y estimulantes brindis de mi amigo José Manuel.
Gracias.
(vm)