Fin






El día que murió Bilbao llovía a cántaros. La noticia me llegó a través de una llamada telefónica y tras colgar no supe que hacer.



Aturdido pensé en la última conversación que tuve con ella.
Bilbao me aseguró que todo en este mundo sucedía como consecuencia y necesariamente por los acontecimientos pasados y presentes, estos, junto a la naturaleza, determinan nuestros actos, nuestra vida, nuestra muerte.

No pude encontrar una corbata negra en el armario, sin ella y refugiado bajo un paraguas esperé un taxi en la esquina.

Caras conocidas, tristes. Todos los actos humanos están establecidos, bajo sospecha, pensaría Bilbao.

Los valores humanos se ven en este trance, tamizados por el dolor. Necesario dolor.

Encontré a Talía apoyada en un rincón, nos miramos sin decir nada.

Cariacontecido me marché a casa.

Pobre Bilbao. Pensaría Bilbao.

vm