Norma terminó de cerrar la última caja cuando estaba amaneciendo. El salón estaba repleto de ellas. Cajas blancas de cartón cerradas con cinta adhesiva color marrón.
Norma siempre pensó que aquella casa era perfecta, pero no tuvo mas remedio que empaquetar y largarse.
La habitación que había junto a la cocina era la más grande y ella solía sentarse allí para perderse entre pensamientos, últimamente inútiles, sobre una mecedora de madera.
Y allí permaneció sentada mientras fumaba los restos de cigarrillos que había consumido y apagado durante toda la noche en un cenicero de cristal.
El camión de mudanzas llegó a las ocho y cuarto.
…
Kuler debió sentirse desolado cuando comprobó aquella mañana que no tenía nada en esta vida por lo que valiera la pena ni siquiera perder un segundo.
La esperanza que guardaba en su mente se había esfumado cuando terminó de leer las últimas palabras de la nota que días atrás habían deslizado bajo su puerta.
Sus dedos dejaron de hacer presión en el papel y este cayó planeando hacia el suelo mientras la mirada de kuler permanecía fija en el pomo de la puerta.
No lo vio girar. No vio a nadie entrar. No escuchó una palabra de aliento como le hubiera gustado,
Y allí permaneció, mirando nada, pensando nada.
Finalmente caminó los tres escasos metros que le separaban de la ventana. La abrió, giró su cabeza para mirar el papel que había dejado caer instantes antes y se tiró al vacío.
…
El camión de mudanzas de la compañía Estévez, donde se habían colocado en su parte trasera las numerosas cajas blancas que guardaban casi todo de Norma, soltó una gran humareda cuando arrancó su viejo motor.
Norma miraba desde el portal como comenzaba a moverse el camión cuando, en ese preciso instante, comprobó sobrecogida como una persona se estrallaba contra la lona azul que cubría toda la parte posterior del camión.
…
Luis quitaba el cerrojo que sujetaba la verja gris al suelo cada mañana a las siete en punto, pero ese día llegó tarde a su bar y no pudo aparcar donde lo hacía normalmente, pues un enorme camión ocupaba el lugar. Había dormido poco y mal y se despertó mas tarde de lo habitual. Luis era dueño de un pequeño local donde servía desayunos desde muy temprano, pero ese día eran ya las ocho cuando estaba poniendo sobre la barra el primer café a un hombre calvo que vestía con mono azul, en cuya espalda había impreso el dibujo de un camión y bajo este, en letras rojas, la palabra “mudanzas”.
.- “Bueno Amigo, tengo faena y llego tarde” dijo el hombre del mono mientras salía del bar.
Cruzó la calle, encendió un cigarrillo, fumó tres o cuatro caladas y lo arrojó encendido a un pequeño charco que había en el suelo. Sacó de su bolsillo un papel y comprobó la dirección . Finalmente llamó al portero automático del noveno b. Mientras esperaba, el hombre de las mudanzas, antes de entrar, echó el último vistazo al camión que había aparcado minutos antes justo debajo de las ventanas del edificio.
Si agita hoy, con su aleteo, el aire de Pekín, una mariposa puede modificar los sistemas climáticos de Nueva York el mes que vieneJ. Gleick
( el efecto mariposa).
13 de Mayo 2009